domingo, 30 de noviembre de 2008

Lectura 6º básico

Lectura 6º básico



Se ha perdido un rayo
Ana María Meléndez (chilena)


En cuanto la Tierra se da media vuelta, él se asoma por la punta de los cerros; tiene todo preparado para enviar a sus hijos al trabajo diario. Salen en todas direcciones, sin dejar ningún lugar sin visitar. Son los hijos del rey Sol enviados a dar calor a los hombres, a hacer crecer las plantas, a mantener la vida sobre este planeta azul que flota en el sistema solar.

El rayo Siete millones doscientos conoce muy bien lo que es la Tierra (¿por qué la llamarán Tierra cuando es más azul que tierra, más azul de agua, de cielo, de nubes?). Ha estado en la selva, penetrando con trabajo por entre las hojas y ramas, ha estado en el desierto aniquilando todo el verde a su paso, en ciudades, tanto en invierno como en verano, siempre variando de un lugar a otro. Le gusta estar entre la gente, esa criatura extraordinaria y especial, que cuando es capaz de amar logra transmitir una calidez tan diferente a la que él ofrece.

Un día de primavera, su padre, el rey Sol lo destina a un pueblo perdido en la cordillera. "No te apresures, le advierten sus hermanos, te vas a costar entrar en ese lugar; cantidades de nubes espesas y cargadas de agua se instalan en los alrededores y no dejan avanzar. Todos nuestros hermanos rayos de sol que han estado allí regresan furiosos; las nubes se amarran entre ellas y riéndose no dejan atravesar a ninguno. El frío que allí se ha hecho habitual, congela hasta nuestros mejores esfuerzos".

El rayo Siete millones doscientos se va con la celeridad acostumbrada. Que no vinieran a hablarle a él de lugares imposibles. Intenta encontrar un claro entre las nubes y siente hundirse en un algodón húmedo que parece no tener fin. Al darse cuenta de que la ruta elegida no es buena, se detiene antes de perderse sin remedio y usando sus poderes retropropulsores se devuelve con mayor rapidez aún. Desde lo alto comienza a observar la situación: todo espeso y oscuro, salvo un picacho más alto, que por alguna razón las nubes no habían atrapado con tanta densidad.

Decide intentar el descenso en ese lugar. Rápido, comienza a bajar, esta vez con mejores resultados: las nubes desprevenidas no tienen más que empezar a evaporarse y abrir paso ante la potencia de un rayo del Astro Rey. Sigue descendiendo, hasta llegar a su objetivo. Es un pueblo pequeño, pobre, con algunas casas, dos corrales con cinco cabras, tres ovejas y una tristeza que asusta. Cuando lo ven llegar, todos salen de sus casas. ¡Qué contentos se ponen! Las mamás sacan a sus hijos para que tomen sol; las vecinas tienden la ropa que huele a humedad; el abuelo que en su juventud había conocido el sol dice:"¿no ven que yo no exageraba?"

Muy pronto organizan un almuerzo al aire libre para no perderse ni un minuto de sol. Es tanta la alegría que causa entre la gente, que a las seis de la tarde, cuando el sol tiene que irse, no se da cuenta de la hora y sigue feliz jugueteando entre las mesas, haciendo florecer las plantas, secando el suelo mojado...

En la noche, el Rey comienza a revisar la llegada de sus hijos para enviarlos al otro lado de la Tierra. Todo va muy bien hasta que notan la falta del Siete millones doscientos. Nadie sabe dónde está. ¿A dónde se le destinó? "A Pueblo Oscuro, en la Cordillera de los Andes, su Majestad. Ese lugar es muy peligroso: puede haber quedado atrapado".

Entre severo y preocupado, el rey dispone que dos de los de mayor experiencia lo vayan a buscar al día siguiente, para no provocar alarma en la Tierra. Ahí estan acostumbrados a tener noche y día, de manera que no hay que alterarles las cosas.

Se demoran una semana en encontrarlo. Al llegar todo es fiesta en el pueblo. Los niños están sonrosados; los mayores trabajan con estusiasmo, y los ancianos ya no se quejan tanto de sus dolores a los huesos.

A las seis en punto se lo llevan frente al rey Sol, quien de inmediato lo somete a juicio. No se pueden quebrantar las leyes de la naturaleza; merece un castigo. Pero, al igual que a todos los miembros del espacio, se le concede el derecho a defenderse y a explicar sus motivos. Hace una descripción tan clara y emotiva del lugar, de la mala salud de los niños y de los ancianos, de las plantas que languidecen y mueren, que por fin todos terminan intercediendo en su favor.

El Consejo de Rayos delibera, discute y al final llegan a un acuerdo. Lo perdona en vista de las razones tan justificadas y humanitarias que había expuesto. Además, le conceden el privilegio: irá siempre al mismo lugar, pero todos los días a las seis en punto debe volver a reunirse con los demás hermanos. No es cosa de cambiar lo dispuesto por la Madre Naturaleza.

Asi se hace finalmente. El rayo Siete millones doscientos se queda en Pueblo Oscuro, al que muy luego hay que cambiarle el nombre. Su fama se extiende pronto y se escucha hablar de un lugar en que la gente es feliz y no hay rencillas. Los pueblos vecinos, al saber de un lugar tan maravilloso, tratan de encontrar el camino para conocerlo y llevarles la civilización. Sin embargo, no lo logran ubicar.


De acuerdo al cuento leído coloca V o F según sea verdadero o falso


1.-___ Los hijos del rey Sol son enviados a mantener la vida sobre el planeta Tierra.

2.-___ El rayo Siete millones doscientes conocía muy bien la Tierra. Por ese motivo no tuvo dificultad para llegar a Puerto Oscuro.

3.-___ Los hermanos rayos le advirtien a Siete millones doscientos del peligro que encerraba la misión a la que había sido destinado.

4.-___ El rayo Siete millones doscientos pensaba que para él todo era posible.

5.-___ En ese pueblo nadie había visto el Sol antes.

6.-___ Al rayo visitante se le pasó la hora y sin darse cuenta se quedó feliz en Pueblo Oscuro.

7.-___ Aunque el rey era severo, aplicó la justicia con mayor suavidad porque el rayo Siete millones doscientos era su hijo.

8.-___ El Consejo llegó a un acuerdo, debido a las razones explicadas por el rayo Siete millones doscientos que favorecían al hombre y a la vida.

9.-___ Los pueblos vecinos trataron de llegar a este lugar tan maravilloso donde nadie peleaba entre sí, pero les resultó imposible.




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